martes, 28 de febrero de 2012

EL FEMINISMO EN LA IGLESIA.-

EL FEMINISMO EN LA IGLESIA.-

Meditación de Ivan M. Baker, 29-10-2000

Hoy es el día 29 de Octubre del 2000, son ahora las 5:19. Me levanté muy temprano esta
mañana. Una carga sobre esta cuestión del feminismo y los engaños de Satanás. Satanás
viene a nosotros como ángel de luz, es decir como enviado del Señor. Cuando él habla
simula que es Dios hablando. Cuando él habla engaña aparentando ser santo, como
alguien que desea guiarnos a obedecer a Dios. Pero cuando analizamos lo que él dice nos
damos cuenta de en realidad nos está trayendo una tergiversación de la Palabra divina.
Su trabajo empieza en los matrimonios desde el principio y su fin es cambiar los roles. Dios
ha puesto a la mujer como subordinada al marido y el diablo quiere ponerla superior al
marido. El desea que la mujer sea la “indispensable”, la que tiene la sabiduría, la que tiene
la inteligencia, a la que hay que escuchar primero; para en contrapartida hacer que el
hombre sea un tonto, que no sabe nada. Esta es la estrategia y engaño común de Satanás.
¿Si le escucho? -Pierdo yo, pierde la casa y pierde el matrimonio.
El Diablo quiere exaltar a la mujer como “la inteligente”, como la que tiene la última
palabra, y la que debe discutir hasta el fin. Conozco un marido que dice así: desde que me
casé jamás pude ganarle una discusión a mi esposa; siempre la última palabra la tuvo ella
porque ella sigue, y sigue, y sigue, y sigue; y si yo no callo ella continúa aportando razones
por las cuales tengo que escucharla a ella y no ella escucharme a mí.
Ahora, es evidente que esto no proviene de Dios; que estamos hablando de una seria
tergiversación de los roles. Pero ¿qué hace la mujer cuando en su mente ronda un
pensamiento de aparente sabiduría, que a su vez armoniza tanto con a su criterio, con su
inclinación natural de sentirse quien tiene la razón? Por ejemplo piensa “Cuídate de tu
marido porque él no tiene sabiduría, no sabe lo que hace. En este caso tú tienes que tomar
la delantera y revisar todas las cosas y seguir tu criterio, no el de él”.
Bueno, ahí hay una tergiversación absoluta de la verdad, de los roles que Dios ha
establecido, y la mujer no se da cuenta y no discierne bien. Si no es bien encaminada, si no
es bien iluminada, si no tiene la gracia del buen consejo, la mentira queda como criterio
permanente de ese hogar, como criterio permanente de ese matrimonio. Ella lleva la
delantera, ella es la que tiene la última palabra, ella es la que impone. Tiene veinte
argumentos para cada razonamiento del marido, y el marido no pelea hasta el fin,
buscando paz, entrega la disputa al ver la desobediencia y terquedad de la mujer.
¿Qué tiene que hacer? Traerla delante de los ancianos, delante de la Iglesia y tratarla
como corresponde. No lo hace, porque es muy penoso y considera que es más fácil
aceptar la situación que se impone, que pelear todos los días con la mujer y tener que
pasar el oprobio de un hogar infeliz. Así que el que siempre se calla es el hombre, el que
se subordina es el hombre y la mujer adquirió la última palabra. Sin darse cuenta, la que
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manda en la casa es ella. Manda en la ropa, manda en los muebles, manda en el aseo, el
orden; lisa y llanamente es la “cabeza del hogar”. ¿Cuál es el resultado? -El diablo logró su
propósito y estableció en este matrimonio a la mujer como la más inteligente, la más
precavida, y al hombre como un tonto. El diablo se encarga de mostrarle a ella
fehacientemente que es así. Y esto es una tergiversación clara del Orden Divino pero se
tapa, se encubre de muchas maneras. El diablo es experto en confeccionar para la mujer
un vestido tan bien hecho, haciéndola lucir tan agradable. Y ella ni se da cuenta que está
vestida toda su vida con un vestido que no le corresponde, con una actitud engañosa, y
pierde montones de bendiciones y es desaprobada por Dios en un punto básico de su
comportamiento.
Los ángeles quieren verla subordinada. Dios creó al hombre a su imagen y a la mujer a la
imagen del hombre, para ser ayuda idónea de él. Nunca para señorear sobre el hombre.
Cada vez que la mujer señorea sobre el hombre, el diablo triunfa y se alegra, mientras
Dios pierde. Porque nos guste o no, y lleguemos a la conclusión que queramos, Dios puso
al hombre por cabeza y a la mujer la subordinó al varón. Y ese orden el diablo lo odia. El
diablo ha trabajado sistemáticamente con toda la astucia de su imperio, y con todo el
infierno de fuego de su imaginación y de su engaño para tergiversar ese orden. ¿Cuál es el
resultado? Durante toda la vida la mujer domina al hombre. Durante toda la vida la
palabra de la mujer es la más importante. Ella impone su voluntad aún a fuerza del
máximo rigor. Hasta llega a abandonar al hombre, a destruir el hogar. Sus
argumentaciones y discusiones son infinitas mañana, tarde y noche; el primer año, el
segundo, el tercero, el cuarto, el quinto. Y en el hogar se instala la desobediencia por ley; y
la familia sufre las penalidades de la presencia de Satanás gobernando, pero nadie atina a
saber cómo hacer.
Los pastores al final admiten el feminismo. Como no se quiere desgajar todo el hogar, se
acaba por aceptar la destrucción del orden de Dios para el matrimonio. Dios puso la Iglesia
para construir los matrimonios solo sobre la base de su voluntad, no sobre la base de la
ley del diablo. La iglesia no puede admitir la mentira de Satanás. La Iglesia debe desalojar
la mentira y establecer la verdad. Y Dios es victorioso, ¡más que victorioso! Y en vez de
tener unas pléyades de hombres cobardes, el Señor quisiera tener hombres con amor, con
verdad y con firmeza, estableciendo los principios de Dios en el matrimonio y por lo tanto
en la Iglesia.
Si en el matrimonio no se obtiene caridad y no se impone el orden de Dios, hemos
fracasado en un punto fundamental de su Reino. Pero para eso hace falta una Iglesia que
unánimemente comprende el problema; unánimemente decide seguir a Dios y no al
mundo y al diablo. Que cree en la victoria del Señor y no en la victoria del enemigo. Y cree
que Dios es veraz y todo hombre mentiroso, una Iglesia que descubre las maquinaciones y
mentiras del adversario.
Cuando el orden en la familia es el del diablo, la mujer es la fuerte y el hombre es el débil,
y resulta que esto lleva a una situación horriblemente lamentable, porque en realidad,
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según la Palabra, la mujer es el vaso débil, y el hombre es el fuerte, y cuando a la mujer,
con el consentimiento voluntario del varón, se la deja asumir el máximo control del hogar,
ésta se extralimita, se condena a sí misma sistemáticamente, vive fuera de la gracia de
Dios. En ese punto es culpable de error, no ha escuchado a Dios y la mentira ha penetrado
“si yo no lo hago, él no lo sabe hacer”, “si yo no opino, él opina para cualquier lado”, “no
hay que escuchar al hombre, hay que contradecirlo porque en la contradicción está la
verdad”.
¡Oh!, ¡Argumentos como estos hay miles! Es una gran mentira alojada sistemáticamente
por un orden satánico conocido, exitoso, que funciona siempre. Hay que desentrañar la
mentira, hay que enderezar el orden de las cosas, enderezar lo torcido, calificar lo
equivocado, lo que se consideró equivocadamente. Hay que volver al principio de Dios,
hay que volver a la voluntad de Dios, a los roles como Dios los ha establecido y no como el
hombre los establece o como el diablo lo establece.
La Iglesia es el reino de Dios, el gobierno de Dios sobre la tierra. En el gobierno de Dios, Él
dice: “mujeres sujetaos a vuestros maridos como la Iglesia se sujeta a Cristo”. Y al varón
dice: “maridos amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia” y nunca es
suficiente el amor que el marido tiene para ella. Ella exige más, y más, y más, y avanza
hasta ocupar el lugar del hombre y se destruye a sí misma, y el hogar cae en este oprobio,
y muchos problemas que se suscitan. Infinitos, continuos, que surgen porque la verdad y
orden divino no ha sido establecido en el matrimonio.
Hay maridos que son dóciles como una oveja. Hacen todo lo que la mujer dice porque de
lo contrario la vida en el hogar es un infierno de discusiones y de insistencia. Una mujer es
capaz de argumentar toda la noche sin darse cuenta creyendo que hace bien, creyendo en
su prudencia, considerándose inclusive la salvadora del hogar, sin saber que enarboló la
bandera del diablo, y está comandada y gobernada por el espíritu de la mentira,
tergiversando flagrantemente una ley divina que ella lee en la Biblia sin entender.
Estas mujeres se creen salvadoras del varón, porque según ellas, sus maridos no tienen la
inteligencia necesaria. Ellas piensan que todos los demás maridos de la tierra tienen buen
criterio para su hogar, “pero el mío no” se dicen a sí mismas. Y esta es la gran mentira que
campea y se manifiesta en el 99,9% de los hogares.
Debemos admitir que el feminismo entró en la Iglesia. Se estableció, prosperó, se arraigó,
y hoy, ¿quién lo saca? Los pastores cierran el oído y guiñan el ojo frente a la situación.
“No te metas en este terreno porque no terminamos más”, dicen. Justamente Dios quiere
meterse en ese terreno antes de que vuelva, para mostrar que Él es triunfante, que el
triunfo es de Él y no del diablo. Que la última palabra es de Él, el Rey de Reyes y Señor de
Señores y no del diablo. Pero tiene que haber una acción colectiva, una acción desde el
púlpito poniendo en orden esto antes que venga el Señor.
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Yo suelo hacer un chiste de un matrimonio que venía de la Luna de Miel: el hombre trae a
casa a su flamante esposa, salen juntos a sus caballerizas, elige un caballo, le da una
orden, y cuando el caballo no obedece, el nuevo esposo saca un revólver y mata al pobre
animal. El hombre usó el caballo como instrumento para poner a su mujer en el lugar que
le corresponde para toda la vida. Es un chiste burdo y rudo, que no existe en la realidad.
Pero en estos tiempos quien pone la pistola en el caballo y lo mata es ella, y la que da las
órdenes es ella.
Él hombre hoy puede que sea fuerte pero la mujer tiene argumentos y son muchos más
grandes que todas sus fuerzas. La fuerza de la mujer es la interminable discusión de todos
los días sobre los asuntos de la casa. La mujer opina en todo, añora y toma el primer lugar,
y el hombre, débil, se lo concede. ¿Resultado? Todo el hogar se funda sobre una base
falsa y los líos van a ser constantes, y los problemas van a ser múltiples, y la
extralimitación de la mujer puede llegar a agobiarla al punto que ella ya no sabe qué
hacer.
Y tenemos mujeres por todos lados que van al psiquiatra. Medicina: obedecer a Dios. Hay
hombres de una talla inmensa en la Iglesia, hombres de gran voluntad. Que aman a Dios,
que ponen a Dios primero en todas las cosas hasta que llegan a su casa, pero observamos
que en su casa manda la mujer. ¡Cuántas veces! ¡Cuántas veces! El diablo y la mujer se
unen para tergiversar fundamentalmente el orden de Dios. Hoy tenemos que levantarnos
como sacerdotes en la casa de Dios, como pastores de la grey y tenemos que echar fuera
este lobo y tenemos que establecer el orden que corresponde a los hogares.
En algunos casos tendremos que tratar con el marido, pero en la mayor parte de los casos
hay que tratar con la mujer, que se extralimitó sistemáticamente en casi todos los
matrimonios.
Observemos con cuidado, vayamos al comienzo de nuestro matrimonio y descubramos la
realidad, ¿Cuándo comenzó a hacerse firme en nosotros la idea que la mujer tenía la
última palabra? Verás el acento de la palabra de Dios viene fuertemente a nuestros
corazones: ha hecho al hombre a la imagen de Dios, a la mujer la hizo a la imagen del
hombre, como ayuda idónea, y no como señora jefa principal del hogar. Si la mujer no
abandona esa posición voluntariamente, el orden de Dios seguirá ausente en el hogar. Hay
una mentira diabólica alojada en su mente, una mentira que va a traer muchos males,
mucha desaprobación delante de Dios, porque en un punto principal, un fundamento y
pilar del hogar, ella ha destruido el principio de Dios. Ya sé, ella encontró veinte razones
para hacerlo; quizá treinta o cien, pero ha sido la obra del diablo y no de Dios. Ha sido la
mentira y no la verdad. Ha sido la desobediencia y no la obediencia. La verdad es que Dios
la hizo para gloria del hombre, para que sea ayuda idónea y no que sea la señora dueña de
casa, dueña de todo, y solo así ella encontrará el gozo y la realización verdadera que ha
perdido en su viaje a robar lo que no le ha correspondido.
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La mujer tiene mucho más expansión en la comprensión de los detalles de las situaciones
del hogar que el hombre. Aparentemente es más inteligente pero es simplemente más
conocedora de detalles. La mujer no tiene la orientación. La brújula está en la mano del
hombre mientras que los detalles están en la mano de la mujer. La mujer no debe, por los
muchos detalles que conoce, mucho más que el marido, interpretar su lugar
equivocadamente. La autoridad la tiene el marido y la mujer debe traer su inteligencia
particular, su gran conocimiento de detalles y las minucias de las situaciones que el
hombre no absorbe, sin tomarlas como una inteligencia superior o una autoridad mayor.
Su rol es acercar un aporte mayor para que el hombre discierna, y sirva de ayuda en la
toma decisiones. Y cuando el hombre dice: “no te preocupes de eso porque es cosa mía”,
no hay que preocuparse. Y aunque parezca estúpido, raro y extraño, la palabra del varón
debe ser oída, debe ser recibida, y Dios bendice a la mujer que se subordina al varón
voluntariamente y le otorga la última consideración a él, para que él sea el jefe del hogar,
la cabeza del hogar.
Si el varón es cabeza del hogar, como Dios lo ha establecido, todo se simplifica
enormemente. Las cosas se cumplen en el orden de Dios, no en un orden carnal y
diabólico. Las cosas se ponen en orden según la voluntad de Dios y el hogar comienza a
fluir con más paz, más gracia y armonía. De lo contrario ella se cansa, no aguanta, está
extralimitada, tiene que ir al psiquiatra. Mucho de todo esto viene por haber gobernado la
casa. Logró lo que quería, logró el intento que quería su corazón pero se extralimitó. Pasó
la medida de sus posibilidades, gastó toda su energía detrás de una tontera, trabajó siete
veces más de lo que debiera trabajar. Todo por una mentira del diablo, por no guardar el
orden de Dios, que debe guardarse celosamente. Su orden es muy fácil de entender, y
debe aplicarse, a pesar de los “peros” que ponga la mente femenina, irreversiblemente,
soberanamente, porque es la Ley de Dios. El hombre fue creado a la imagen de Dios para
gobernar en su casa, para ser cabeza, es cabeza del hogar, y la mujer subordinada a la
cabeza, ayuda idónea creada para gloria del hombre.
Y esto que es contundente, no trae aparejado una esclavitud para la mujer sino que al
contrario, la emancipa de un cargo que no puede sostener. El orden divino la libera a la
mujer de buscar para sí una gloria engañosa. Digo gloria mentirosamente, porque más que
gloria es un oprobio, es una responsabilidad que no puede soportar, es una
responsabilidad que la destruye. Pero a pesar de esto ser hallado cierto y probado ella va
adelante con su pecado y con su desobediencia.
Hablemos con los psiquiatras y veremos que la mayor parte de los pacientes son mujeres.
Yo no digo que esto sea la razón de todo lo que sucede en la psiquis de la mujer pero es
uno de los principales pecados que arrastran miserias y que traen oprobio y
desaprobación de Dios.
El feminismo es diabólico, la mujer fue hecha para estar subordinada voluntariamente al
varón y no el varón a la mujer. Se pierde la naturaleza, el orden divino, se pierde la paz, se
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pierde la bendición. Mi sospecha es que antes de que venga el Señor, Dios va a ordenar
esto.
El más alto honor de la mujer es criar hijos, como dice la Palabra. Cuidar su casa, hacer de
su casa el reino de Dios, subordinarse con gozo a su marido, subordinar los hijos todos al
marido, contribuir en la difícil tarea del marido, dar lugar a que el marido asuma su
responsabilidad plena delante de Dios. Hoy asistimos lamentablemente a una pobre,
pobrísima generación de varones.
Debemos temblar ante la palabra de Dios, debemos desear profundamente que su
nombre sea vindicado, que su Palabra sea oída, que sus principios sean rectores en la
Iglesia, que recuperemos todo principio divino, toda Ley de Dios, y nos va a ir bien, y va
haber descanso, y cada uno estará en su lugar, atenderá el aspecto de su vida en la parte
que le corresponde, será atendida dignamente y el Señor será honrado. El varón vestirá
honrosamente sus vestidos de varón y será la cabeza del hogar, como corresponde y la
mujer ocupará su lugar, y tendrá paz, y no se desorbitará ni se pondrá ropa que no pueda
vestir, ni autoridad que no pueda cumplir. Encajará en el rol exacto para el cual fue
creada, y esto traerá paz, contentamiento, la paz vendrá como aprobación de Dios. El
contentamiento realizará a la mujer en su verdadero rol.
Bienaventuradas las mujeres, que no se inclinaron ante feminismo sino que aceptaron su
rol como el más honroso, como el más digno, como el más hermoso, apetecible en gran
manera. El rol tan enorme, de tanta importancia de criar hijos. Hoy los hijos han sido
abandonados ante la avalancha del feminismo, que se niega, que insiste en ser profesional
en cualquier cosa menos ama de casa. El diablo ha pintado el rol divino de la mujer como
un rol detestable, bajo, de mínima importancia “¿Quién es este tipo que se cree mayor
que yo?”
¡No es así, no debe ser así! Cuando Dios repartió los ministerios lo hizo con honra para
cada parte y si una mujer no ve la importancia que tiene la honra de ser la madre de hijos,
de ser la cuidadora de la vida moral, espiritual y física de los hijos, si no ve eso como
importante y se ve más importante como gerente, como profesional, es porque no tiene a
Dios en la mente y en los ojos, es porque ha olvidado los principios divinos, es porque se
ha entregado a la mentira del diablo el cual miente siempre y nunca dijo la verdad.
No amontonemos más culpas y no desobedezcamos más a Dios, no nos expongamos más
a los ataques y astucias y mentiras del adversario. Ya demasiado se ha probado el
resultado funesto de esta liberación femenina. Antes de la venida del Señor, la virgen se
viste de sus vestidos blancos. Eso es imposible ante una tergiversación de roles como hay
hoy. Antes de que Cristo vuelva, el hombre y la mujer deberán volver a sus roles
establecidos por Dios. No habrá vestidos blancos sin rectitud en obedecer la palabra de
Dios en cuanto al matrimonio.
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Los hijos volverán a ser beneficiados. Algunas mandan continuamente a sus hijos para que
los eduquen otros porque no quieren tener la responsabilidad de educarlos ellas; ven esto
también como una esclavitud, como una función baja e inferior; han sido engañadas,
totalmente engañadas. Jamás Dios se ha equivocado, jamás Dios ha exagerado, y nunca ha
de entenderse como una postura jerárquica la del varón sobre la mujer siendo él cabeza
de la mujer. Nunca, digo de nuevo, debe considerarse como una jerarquía, como una
imposición, como un rango más alto, porque bien dice Pablo: “pues si la mujer no se cubre
que se corte también el cabello, si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse,
que se cubra, porque el varón no debe cubrirse la cabeza pues es imagen y gloria de Dios,
pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer sino la mujer del
varón. Tampoco el varón fue creado por causa de la mujer sino la mujer por causa del
varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los
ángeles, pero en el Señor, dice Pablo y agrega: ni el varón es sin la mujer ni la mujer sin el
varón, porque así como la mujer procede del varón también el varón nace de la mujer,
pero todo procede de Dios”.
Esta última parte la dice Pablo para que no haya conflicto. Nos aclara de esta forma que
no está hablando de jerarquías sino de funciones. Si la función del hombre entraña una
autoridad mayor, eso debe aceptarse sin que esto implique un desprecio para la mujer. La
hizo para eso. La formó para eso. La mujer fue creada para tener hijos y para cuidar los
hijos. La mentira del diablo le dice lo contrario. Este rol de la mujer es absolutamente
fundamental para la Humanidad, para la Iglesia. Si tenemos una confusión en cuanto a
esto, hemos confundido un punto esencial de la sociedad, un punto fundamental del
hogar, un punto fundamental en la crianza y el desarrollo del hombre en la tierra.
A la mujer se le ha dado el lugar honroso de tener hijos y de criarlos, y su gloria es criar
hijos que sigan a Dios. Y los que aprendan de una madre sumisa, que aprendan de una
madre obediente, que aprendan de una madre ejemplo. Caso contrario, ¿qué le enseña la
mujer al niño? -La rebelión nace de ahí mismo. La insubordinación a los padres nace
muchas veces, las más de las veces, de la insubordinación de la mujer hacia el marido o
del conflicto que hay entre la mujer y el marido, los problemas que hay entre el marido y
la mujer, las discusiones que hay entre el marido y la mujer. De la insubordinación de la
mujer hacia el marido nace la mayor parte de los problemas, y tenemos una niñez
debilitada, abandonada. Y la Iglesia, ¿ha de padecer los mismos males que en el mundo?
¿Ha de ser desobediente el mundo y también la Iglesia? En la Iglesia, ¿ha de prevalecer la
palabra de Satanás antes que la palabra de Dios?
La Iglesia, ¿ganará la pulseada con Satanás para que el Señor al fin pueda vindicar su
Nombre, glorificar su Plan, ser obedecido en esta crucial e importantísima y principal tarea
y condición del hombre y de la mujer, el hogar y la familia? Cuando la mujer acate la
condición que divinamente se le ha entregado, recién podrá disfrutar esta frase de Pablo:
“En el Señor el varón no es sin la mujer y la mujer no es sin el varón, porque así como la
mujer procede del varón también el varón nace de la mujer, pero todo procede de Dios”.
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“Todo procede de Dios”. Que Dios nos de fuerza y convicción para primero salvar el
ministerio de toda liviandad, tergiversación, engaño y debilidad y nos haga ponernos de
pié en esta hora con la paciencia y la gracia de Dios del Señor y volver a establecer los
cimientos de nuestros hogares.
Pongamos las cosas en su lugar: Primero está Dios, en segundo lugar su Iglesia, su Palabra,
sus mandamientos, el orden de Dios; y en tercer lugar la familia, el hogar. Si tomamos
seriamente a la iglesia en su rol de establecer, cumplir, promover la voluntad de Dios
sobre la única base de la Palabra, valientemente corrigiendo todos los errores y
enderezando todo lo que está torcido, veremos que el Reino de Dios bendice nuestros
hogares. El reino de Dios en su plenitud producirá una Iglesia de plenitud y hogares
plenos, ordenados, sumisos y trazados según la Ley de Dios, según los principios divinos y
recién así podremos decir que hemos peleado la batalla, que hemos guardado la fe. Que
sea así, para gloria de Dios. Amén.

La necesidad de revisar

La necesidad de Revisar, Marcos Moraes 1


La necesidad de revisar

Marcos Moraes, Mayo 2010, Salvador, Bahía

Traducción y transcripción por Gustavo y Ana Leegstra
Gustavo y Ana Leegstra, de la Comunidad de Rosario, nos acercan esta
traducción y transcripción de un mensaje dado por Marcos Moraes en
Salvador, durante un retiro de pastores y líderes en Mayo 2010. Aquí
Marcos nos ayuda a ver los peligros que, como hijos de Dios, enfrentamos
ante tantas corrientes y costumbres que tan fácilmente damos por ciertas y
verdaderas en nuestro entorno. Sus palabras nos exhortarán a seguir
caminando en la dirección que Cristo y los apóstoles del primer siglo nos
han marcado, “afinando la puntería” hacia la única meta válida
establecida por el Señor.
Amados, vamos a leer tres textos de la Palabra. Comencemos con Ef. 4:11-14
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a
otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de
la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados
por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para
engañar emplean con astucia las artimañas del error.”
Recientemente, un hermano me hizo una observación: En general hemos leído este
pasaje hasta el versículo 13. No hemos leído el versículo 14. Y es este versículo el que
nos muestra una de las principales razones de aquello de lo que está hablando el
apóstol aquí: La preocupación de Pablo sobre la astucia de los hombres, los vientos de
doctrina. Era la carga que Pablo tenía al respecto.
Vamos a leer ahora Judas 3-4:
“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común
salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente
por la fe que ha sido una vez dada a los santos.
Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían
sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje
la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor
Jesucristo.”
Por último, 2ª Pedro 1:16-19:
“Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo
siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su
majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la
magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo
complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él
en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el
día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”.
Estos tres pasajes nos muestran la preocupación, la carga que los apóstoles tenían en
cuanto a mantener la verdad en la Iglesia. Ya en aquellos tiempos, en los comienzos,
La necesidad de Revisar, Marcos Moraes 2
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surgieron muchos desvíos. Desvíos que están refutados en las cartas apostólicas. Ellas
están llenas de correcciones a causa de las distorsiones que se estaban produciendo.
En algunas cartas, parece que Pablo está literalmente gimiendo de preocupación. Y
esos desvíos eran pequeños en relación a los que existen hoy, pero el corazón de los
apóstoles estaba continuamente dedicado a corregirlos. Pablo le reprochaba a la
iglesia el hecho de que parecían un grupo de niños agitados por todo viento de
doctrina.
Judas, al final del versículo 4, habla de los que niegan a Dios el único soberano, y a
nuestro Señor Jesucristo. Pero el contexto nos muestra que esos hombres no estaban
hablando contra Jesucristo. Eran hombres que predicaban a Jesucristo y la gracia de
Jesucristo, pero transformaban esa gracia en libertinaje. Y Judas está diciendo aquí que
al transformar la gracia de Jesucristo en libertinaje, estaban negando al soberano
Señor. No eran hombres que decían que Jesucristo no existe, o que no es el Hijo de
Dios. Eran hombres que transformaban en libertinaje la gracia de Dios. Judas dice que
negaban al Señor Soberano.
En el texto que leímos de Pedro, notamos cómo él veía la manifestación de su
predicación. Les exhorta respecto a la palabra profética, “a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro”. La palabra del Señor que
hemos recibido es una antorcha. Y ella brilla en un lugar tenebroso. Ese lugar oscuro es
el mundo, pero también el sistema religioso. El sistema religioso es un lugar tenebroso
que se levanta contra la Palabra del Señor.
Si en aquella época, por los desvíos que comenzaron a aparecer, los apóstoles gemían
de tal manera, ¿qué vamos a hacer nosotros? ¿Cómo es la situación hoy? Me quedo
imaginando a Pablo hoy. Si Pablo viniese y entrase a una librería evangélica, en donde
en un mismo estante, hay dos libros basados en la Biblia (se presupone que para
enseñar la verdad), que se contradicen completamente. Y usted tiene que escoger cuál
prefiere. Hay cristianitos hoy que leen poco la Biblia y no saben cuál de los dos está en
lo cierto. He visto algo peor: hay gente muy querida que ha leído los dos, y le han
gustado los dos, y ha defendido los dos, y ¡no ha percibido las diferencias entre lo que
uno y otro enseñan! Y se vuelve un lector devoto de un autor, y del otro también, y no
percibe las contradicciones que existen en la enseñanza de ellos. Creo que si Pablo
entrara a una librería evangélica, haría lo mismo que Jesús hizo en el templo. Sería un
incendiario de librerías.
Nunca hubo tanta mezcla de revelación con mentiras, de santidad con iniquidad, como
en este tiempo. La iglesia evangélica de hoy se considera heredera de la Reforma. Y no
se da un mínimo trabajo de leer, en su gran mayoría, lo que los reformadores
enseñaron. ¿Cómo es heredera de la Reforma? Tomaron la Reforma como una
herencia eclesiástica, pero tiraron a la basura gran parte de su enseñanza. La Reforma
no revisó todo. Le quedaron muchas cosas por revisar a los reformadores. Pero lo poco
o mucho que revisaron, en su gran mayoría, fue arrojado a la basura.
La necesidad de Revisar, Marcos Moraes 3
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Voy a decirles más: Aún los que oyen sobre el evangelio del Reino, fácilmente lo
mezclan con un evangelio donde el hombre está en el centro. Este evangelio
distorsionado está enraizado profundamente en la iglesia de nuestros días. Está
entrelazado en la teología, los libros, y hasta en las canciones. Yo a veces digo que el
evangelio que se predica hoy está basado en un texto que nunca fue escrito, que dice
así: “En el principio era el Hombre, pero el Hombre tuvo muchos problemas y
dificultades; entonces se hizo Dios, para resolver los problemas del Hombre”. Muchas
veces la Iglesia vive así, detrás de un Dios que vive en función de los problemas del
hombre. Humanismo. Se configura cuando el hombre se centraliza y focaliza en sus
problemas y necesidades. Aunque el hombre confíe en Dios para la solución de sus
problemas, mientras esté centralizado en sus problemas, está centralizado en sí
mismo. Está centralizado en el hombre.
El hombre tiene un problema: El pecado, la ofensa a Dios. Y ese problema es resuelto
solo cuando Dios ocupa el centro por medio de Jesús. No hay otra solución para ese
problema. La única solución es cuando Jesús es entronizado, reinando, en la vida de
aquel que le conoció.
¿Qué haremos nosotros? Delante de este cuadro, ¿qué nos corresponde hacer?
Debemos comenzar, por la gracia de Dios, a revisar. Pero más que revisar,
necesitamos avivamiento. Precisamos tomar un nuevo aliento. Lanzar fuera aquello
que Dios no nos dio. Respirar hondo, tomar la vitamina celestial, y recomenzar a
caminar.
Menciono cinco cosas que necesitamos:
1. Revisar lo que el Señor nos reveló como quien examina un tesoro.
Alguien que nos ve de afuera diciendo esto, puede pensar que hay algo de soberbia:
“Consideran que tienen tesoros, verdades, que son mejores que nosotros”. Yo digo
que no hay soberbia. Porque gran parte, o la totalidad de lo que creemos y
procuramos vivir, lo hemos recibido de otros. Lo hemos oído revisar a otros. Y a través
de ellos escuchamos la voz del Maestro. No hay soberbia. Lo que Dios nos dio es un
tesoro que debe ser cuidado.
Necesitamos tener el coraje, inclusive, de hacer una revisión de forma comparativa.
Una vez me observaron que en mis predicaciones, hacía uso de muchos contrastes. Yo
revisé e hice una pasada por el Nuevo Testamento y me quedé tranquilo, porque Jesús
predicaba por contrastes, Pablo predicaba por contrastes. Tenemos que trazar
contrastes entre lo que la Palabra de Dios enseña y las mentiras que infestan la Iglesia.
2. Practicar 2ª Timoteo 2:2
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean
idóneos para enseñar también a otros.”
Necesitamos una enseñanza que sea coherente. Que haya una sola enseñanza en la
casa de Dios. Necesitamos líderes y discipuladores fieles a la enseñanza. Necesitamos
pastores y líderes con corazones llenos de la enseñanza de Cristo Jesús. Líderes y
La necesidad de Revisar, Marcos Moraes 4
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discipuladores que no anden gastando horas en conversaciones múltiples. Hablando
muchas cosas, bonitas y bíblicas, pero olvidándose de lo central, de lo fundamental, de
aquello que realmente produce vidas transformadas. Hombres y mujeres que creen,
que abrazan, que guardan, que viven, que transmiten la verdad.
3. Necesitamos ser muy cuidadosos con lo que oímos y leemos.
Me acuerdo de Iván. Su padre era pastor y teólogo, y cuando falleció, la principal
herencia que le dejó fue una biblioteca. Centenas de libros. Iván oró y en un instante
supo qué hacer con esa biblioteca. Tenía los libros en un mueble con llave. Puso llave a
la biblioteca y trató de perder esa llave. Y vivió feliz el resto de su vida porque nunca
más la encontró.
Antes de conocer a Iván, yo creía, en parte, (tal vez totalmente), que para crecer en el
entendimiento de las Escrituras tenía que leer muchos libros. Y leía. Después, cuando
escuché a Iván decir esto (¡bendito sea el nombre del Señor!), fui a mi biblioteca y tiré
el 70% de los libros. Del restante 30% que sobró, he leído el 10% o menos. No quiero
confundir mi mente.
Tenemos la palabra profética, que es como una antorcha que brilla en un lugar
tenebroso. Seguí los pasos de Iván y estoy bastante feliz. Cuando tenemos que tratar
con una confusión en la cabeza de un hermano, uno va, habla, y generalmente, por
detrás hay un libro que está leyendo.
4. Cuidarnos de los desvíos que vienen directamente del mundo.
Estos no vienen de la religión. Los valores mundanos. Los conceptos mundanos que
van entrando en la Iglesia. Sobre todo, lo que tiene que ver con la educación de los
hijos. El materialismo. Las confusiones entre los papeles del hombre y la mujer. Los
ídolos de este mundo como el fútbol, la vida entregada a los placeres, y tantos otros
ídolos que el mundo ofrece. Porque los pensamientos del mundo contaminan también
la fe.
5. Sobre todo, investigar constantemente si estamos viviendo lo que
predicamos.
La teoría no sirve para nada a los ojos del Señor. Debemos corregir los desvíos
prácticos que observamos. Es la hora en que Dios está levantando un pueblo
exclusivamente suyo, celoso de buenas obras. Celoso. Necesitamos celo por la práctica
de la verdad dentro de la Casa de Dios. Tenemos que actuar por el cumplimiento de la
doctrina de Cristo, como quien cela por el testimonio de la iglesia. Los desvíos
prácticos deshonran y desagradan al Señor. Y muchas veces traen la propia perdición
para algunas vidas.
Ejemplos de las prácticas que debemos corregir:
 Jóvenes que cuestionan o menosprecian la enseñanza de santidad y pureza que
es según Cristo Jesús.
 Maridos que no asumen su sacerdocio.
La necesidad de Revisar, Marcos Moraes 5
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 Esposas que abandonan su papel de ama de casa y madre, sin razón de
absoluta necesidad financiera.
 Padres que son remisos en aplicar disciplina a sus hijos.
 Hijos que no obedecen a los padres. Necesitamos de hijos que corrijan a hijos.
Nada mejor para corregir a un hijo desobediente que un hijo obediente. Pero
no sé si hay entre nosotros la sana cultura de corregirnos en amor.
 Los que abren su boca para cuestionar la enseñanza. No estamos en una
dictadura, pero existe autoridad apostólica y profética en la iglesia del Señor. Es
muy normal que alguien no esté de acuerdo con alguna enseñanza. Pero que
vaya y hable con la persona que trajo esa enseñanza, y no fuera de ese
contexto. Y si al hablar con esa persona, considera que ella está equivocada, y
no soporta escuchar ese tema, que busque al presbiterio y exponga sus
diferencias. Esto ya se ha hecho, nadie se escandalizó, se aceptó que se hiciese.
 Jóvenes que han transformado la comunión de los santos en salidas exclusivas
para divertirse y hablar necedades.
 Hermanos y hermanas que hablan mal de otros hermanos, en lugar de hablar
directamente con el hermano involucrado, como el Señor nos enseña.
 Hermanos que juzgan las intenciones del corazón del hermano.
 Líderes que actúan por interés, para preservar su propio ministerio. Para eso, a
veces toman decisiones que no traen lo mejor a sus discípulos, sino para su
propio ministerio.
 Los hermanos que, atrapados en su materialismo y deseo de enriquecerse,
roban al Señor en los diezmos y ofrendas.
 Los que han sido perjudicados y no perdonan, y aún niegan la reconciliación al
que los ha dañado. Son ignorantes, y se engañan a sí mismos pensando que
alguna vez podrán ver el rostro del Señor, albergando desprecio, amargura e
indiferencia en el corazón.
 Los que valorizan los “shows evangélicos”, donde chicos y chicas saltan
enloquecidos, parecido a lo que vemos en nuestros carnavales. El último relato
que oí, fue de uno que estaba muy mal. Y un hermano lo acompañó, pero el
que estaba mal, (que ahora está apartado), al otro día estaba dolorido de todo
lo que había saltado. Shows en los que los cantantes y músicos veladamente
roban la gloria de Dios, pero dicen para justificarse: “no nos aplaudan a
nosotros, sino al Señor”, cuando ellos saben que la gente va para eso, y para
comprar sus CD´s.
Necesitamos revisar y corregir todo esto por amor al Señor, a su Santo nombre, por su
gloria en la Iglesia, pero también movidos por el santo amor a los hermanos. Que Dios
nos dé gracia para avanzar en estos días con estas cosas.
“Señor, derrama sobre nosotros la unción que estaba sobre tus santos apóstoles y
profetas. La iglesia no es nuestra, es tuya; no tenemos ninguna verdad, tú eres la
verdad. Nos toca a nosotros vivirla y enseñarla. Ayúdanos Señor.”

Autoridad y Sumisión

Autoridad y Sumisión

Evangevaldo Farias

 Salvador, Martes 2 de Mayo de 2011

PRIMERA PARTE: EL PRINCIPIO DE LA AUTORIDAD DELEGADA
Hay otro ingrediente que precisamos destacar aquí. Estamos hablando de todo lo que envuelve
nuestra santificación, todo lo que envuelve nuestra dedicación al Señor, todo lo que envuelve
nuestro llamado a ser perfectos, nuestra elección. Pero hay un ingrediente muy importante
para esto. En el Salmo 11.3 dice así: “Si son destruidos los fundamentos, ¿qué podrá hacer el
justo?” Nuestra fe, en verdad, fue edificada sobre algunos fundamentos muy importantes y uno
de ellos es la comprensión clara de la autoridad y sumisión. Nos damos cuenta que si este
elemento es retirado no conseguiremos ser santos. El diablo se ha esforzado para atacar estos
principios. Y Dios nos está llamando a levantar otra vez esta columna, a dejarla bien clara: que
Dios gobierna todo por medio de autoridades delegadas.
Debemos observar algunos aspectos importantes de la relación del Señor con nosotros. Jesús
en todo fue agradable al Padre. Pero hay un detalle muy simple, ¿Por qué fue agradable? Cristo
mismo lo explica diciendo: “yo no vine a hacer mi propia voluntad sino la voluntad de Aquel que
me envió. Mi Padre está siempre conmigo porque siempre hago lo que le agrada”. Alguien
podría decir: “Bueno, pero el Padre siempre estaba también con Él, y esto le hacía a Jesús las
cosas más fácil, pues gozaba de un tipo de participación del Padre en su vida que tal vez
nosotros no experimentamos”. Pero en Getsemaní, Jesús fue acosado por cuanto demonio
podamos imaginar. El Señor estaba bajo un profundo ataque del infierno para que escapase de
aquella cruz. Tanto que dijo a sus discípulos: “mi alma está angustiada”. Jesús era un hombre,
Dios no tiene alma. Aquel hombre tenía un alma que estaba angustiada. El dijo: “quédense
conmigo para apoyarme, esfuércense conmigo, vigilen a mi lado”. Llamó a sus tres mejores
amigos, los cuales no tenían la menor idea de lo que estaba ocurriendo y se durmieron.
En el medio de su angustia, ¿Cómo oró Jesús? En el libro de Marcos “Se Vació” hay un detalle,
respecto a una frase que no está en los otros Evangelios que dice así: “Padre, tu lo puedes todo,
aparta de mí esta copa. Dios no hay nada que para ti sea imposible. Padre tu lo puedes todo. No
me permitas tomar esta copa, apártala de mí”. Pero también dice, “sin embargo, no sea como
yo quiero, más lo que tú quieres”. ¿Vivimos, amados, así?
A qué se refiere el apóstol cuando dice en Hebreos doce: “aún no habéis resistido contra el
pecado hasta la sangre”. La obediencia de Cristo, amados, fue probada hasta la sangre, porque
Él sudaba gotas de sangre en plena madrugada a cielo abierto en el monte. Era un lugar alto,
era la madrugada y era un lugar abierto, y sudaba gotas de sangre de la angustia. Y dijo “no lo
que yo quiero, sino lo que tú quieres”. Fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Pero amados, Jesús es Dios, nunca dejó de serlo. El es Señor, pero decidió obedecer. Era como
si le dijese al Padre “de aquí en adelante no precisamos entrar más en consejo. Tú das las
órdenes y yo me someto”. Hermanos, vale para Cristo, vale para nosotros.
Me acuerdo de un retiro hace muchos años, cuando comencé a caminar con ustedes, Sergio de
Avilez estaba ministrando y dijo: “estar lleno de Cristo es estar lleno de obediencia”. Se pueden
tener muchas manifestaciones de la gracia de Dios y dones del Espíritu Santo, pero si no estás
lleno de obediencia, no estás lleno de Cristo. Tal vez la manifestación de gracia más evidente de
la habitación de Cristo en nosotros es la sumisión. Y Dios sabe que nos es doloroso someternos.
No nos gusta. Nos gusta estar arriba, nos gusta mandar, pero no nos gusta someternos.
Vamos a tratar de entender un poco cómo funciona este principio divino. Todo lo que existe en
el universo obedece. Hebreos dice que Dios “sustenta todas las cosas con la palabra de su
poder”. Él dio una orden, y esa orden aún hace que todo el universo se mueva. ¡Qué glorioso es
pensar que Dios sustenta todas las cosas con su autoridad, con su palabra, con su poder!
Cuando pensamos en la autoridad de Dios allá en los cielos,
glorioso, gobernando todo, nos encantamos. Pero cuando
esa autoridad desciende y toma figura humana comenzamos
a complicarnos. Samuel dice así: “¿Se complace tanto
Jehovah en los holocaustos y en los sacrificios como en que la
palabra de Jehovah sea obedecida? Ciertamente el obedecer
es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que
el sebo de los carneros. Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es
como la iniquidad de la idolatría”.
Nosotros vivimos en una nación (Brasil) que tiene mucha hechicería. Nuestra ciudad, Salvador,
está llena de hechicería. Yo vengo de un contexto evangélico en el que la hechicería era algo
extremadamente abominable. No solo la hechicería si no también el hechicero. Nos decían: “el
creyente no puede tener amigo hechicero”. ¡Podíamos tener amigos adúlteros, mentirosos,
ladrones, pero nunca hechiceros!
Ahora, ¿por qué esta aversión a los hechiceros? Porque la hechicería apunta a la sumisión a
Satanás. Es culto a él. Y la palabra nos muestra que la rebelión es como el pecado de hechicería.
¿Por qué? Porque la hechicería y la rebelión son culto al diablo. Rebelión es seguir tras los
pasos del diablo, por eso Dios hace esta comparación. Satanás se rebeló, quien practica la
hechicería hace culto a él, y quien se rebela es posesionado por él. Y dice aún más “la
obstinación [es decir la alevosía de continuar rebelándose, en seguir desobedeciendo] es
como pecado de la idolatría”.
Quien desobedece y persiste en continuar en la desobediencia no es diferente a aquel que
entra en su cuarto, saca una imagen, enciende una vela y lo adora. El Espíritu Santo, amados,
quiere que rescatemos su percepción sobre este pecado de rebelión y obstinación. Quiere que
nos veamos como Dios nos ve. Rebelión es hechicería, obstinación idolatría.
Tal vez la manifestación de
gracia más evidente de la
habitación de Cristo en
nosotros es la sumisión
Uno de los motivos por los que predicamos el Evangelio del Reino de Dios, no el de las ofertas,
es que ataca la causa del problema del hombre. Si el pecado es un árbol, no queremos atacar
las ramas, sino el tronco mismo, la base del problema. ¿Y cuál es esta base? – la independencia:
“yo soy dueño de mí mismo”. Hay entre nosotros un discípulo que comenzó a predicarle a una
familia de mendigos que vivían debajo de un viaducto. Él comenzó a visitarles, a llevarles
frazadas, comida, y se sentaba y les exponía el Evangelio. Después de un tiempo, el padre de la
familia le dijo: “Yo sé que usted es buena gente. Yo entendí todo lo que me dijo, pero no lo
quiero” y el hermano le preguntó la razón. Y el mendigo le respondió: “porque yo quiero
continuar mandando en mi vida”. Era un miserable, no tenía nada que perder, podría inclusive
fácilmente encontrar un creyente inocente para aprovecharse de él. Tener comida, frazadas, tal
vez una casa, pero él entendió que para seguir a Cristo debía perder su voluntad, y someterse, y
dijo “no quiero tal cosa”.
Si un pobre miserable como ese mendigo no quiere rendir su voluntad aunque inclusive tenga
beneficios, entonces ¡qué de nosotros! ¡Dios sabe lo que hace cuando nos golpea en esta raíz!
¡Dios sabe que nuestra rebelión manifestada en nuestra vida es un principio satánico que debe
ser combatido con absoluta definición!
Dios gobierna todas las cosas, no solo la iglesia. Dios gobierna el universo y Dios estableció
para él principios. De la misma forma en que estableció las leyes de la física, la química, la
biología, estableció principios espirituales. Y la delegación de de autoridad es un principio
espiritual.
Por ejemplo, Saúl era un hombre lleno de imperfecciones. Si enumeramos algunos pecados de
Saúl hallamos que tenía grandes celos, que un espíritu maligno lo atormentaba. intentó matar a
su propio héroe de guerra, David, varias veces; intentó también matar a su propio hijo; mandó
a matar a 80 sacerdotes, tentó al diablo invocando a los muertos. Pero este hombre separado
de Dios, inicuo, amargado en su rebelión era rey sobre Israel. David, que había sido ungido rey
también por el profeta y sabía que algún día sería efectivamente rey, cuando tuvo chance de
matar a Saúl, apenas cortó un pedacito de su manto. Sus hombres le dijeron “¡Dios lo colocó en
tus manos, esta es tu oportunidad!” – pero David les respondió: “!Cómo levantaré mi mano
contra el ungido del Señor!” Si lo hubiese matado, ¡hubiese hasta quedado bien! La palabra nos
dice que era tal su respeto por Saúl, que su corazón palpitaba solo ante el hecho de cortar un
pedazo de su manto.
David entendía, amados, que Saúl había sido establecido por Dios, y por Dios tenía que ser
removido. “No será mi mano que se levante contra él”, decía. Dios da autoridad, Dios quita la
autoridad. Debemos entender que Dios no suelta este principio.
Vayamos ahora a otro episodio bíblico que encontramos en Malaquías 3 donde Dios acusa al
pueblo de robarle y los amenaza con maldecirlos. El pueblo se asusta y responde: “en qué te
estamos robando, Señor”. ¿Saben por qué ellos se asustan? – es simple: en los capítulos 1 y 2
vemos a Dios denunciando a los sacerdotes, diciéndoles que el lanzaría sobre ellos sus
sacrificios con sus excrementos, porque se habían vuelto reprobables, porque estaban
haciendo la obra de Dios a su manera, porque eran hombres malos. Y el pueblo veía esto, y
sabía que, al fin, los diezmos que ellos traían al templo serían para el beneficio de los
sacerdotes.
Quizá pensaban: “no debemos sustentar a vagabundos” y retuvieron los diezmos, no porque
tuviesen un problema con Dios, sino porque tenían un problema con los sacerdotes. Pero el
Señor les dice: “ustedes me roban a mí”. Desde el tiempo de Moisés Dios había establecido que
los diezmos eran de Él. Aunque Dios se los daba a los levitas, era Él el dueño. Es interesante,
amados, notar que es Dios quien se encarga de los sacerdotes infieles, pero también, además,
reprende al pueblo infiel. En la mente de aquel pueblo, los sacerdotes eran infieles (y bien que
lo eran), al punto de no merecer los diezmos. Pero los diezmos eran de Dios, y era Dios quien se
los daba a los levitas. Por esto maldijo al pueblo, porque se reveló contra este principio de Dios.
Queremos, a continuación, tratar las diferentes esferas de nuestra vida en las que Dios nos
gobierna por medio de las autoridades que Él establece, para ver las implicancias prácticas de
esto y también ver cómo Dios espera que las autoridades ejerzan su autoridad. Hay un patrón
para los que son gobernados, y un patrón para los que gobiernan. Y a aquellos que les da
autoridad exigirá de ellos que hagan conforme Él les mandó, y a aquellos que están en
sumisión, que acaten la autoridad que Él estableció.
Autoridad y Sumisión
Evangevaldo Farias
Salvador, Viernes 5 de Mayo de 2011
SEGUNDA PARTE: LA AUTORIDAD EN LAS DIFERENTES ESFERAS DE NUESTRA VIDA
Dios es la fuente de toda autoridad
Hemos hablado acerca de cómo el Señor preside sobre todas las cosas; de cómo Jesús es
nuestro modelo de sumisión, y de cómo el Señor compara la rebelión con la hechicería. La
hechicería es culto a Satanás, y la rebelión es imitación de Satanás. Hablamos también acerca
de la autoridad delegada, acerca de lo que el Señor nos mostró sobre este tema.
La primer cosa que debemos entender es esto: Toda autoridad emana de Dios. Él es el único
que tiene autoridad en sí mismo. No hay otro ser que tenga autoridad propia. Ni los ángeles
tienen autoridad en sí mismos, ni el hombre tiene autoridad en sí mismo. Toda autoridad
procede del trono de Dios. Es por esto que lo que Dios más quiere del hombre es la sumisión
y por esta misma razón, nuestra obediencia al Señor es la manera práctica de mostrar nuestro
amor a Él.
Es muy fácil que hablemos, dijimos, sobre la autoridad de Dios, mientras Dios esté allá en el
cielo, físicamente inaccesible. Decimos, “yo obedezco al Señor, me sujeto a Él”. Pero la manera
que Dios tiene para probar nuestra sumisión a Él, es nuestra sumisión a otros hombres, o a las
instituciones que Dios establece y el Señor no permite que cuestionemos este principio.
Cuando, por ejemplo, Pedro exhorta a la Iglesia a honrar al rey, debemos tener en cuenta que
en aquellos días el rey era Nerón, el emperador romano (el mismo que inclusive un día
mandaría matar al mismo Pedro, quien murió crucificado por su régimen). Pero Pedro pide a la
Iglesia que honre al rey. El no dice “honrad a Nerón”, sino a quien ocupa el lugar de rey. Es decir
que la sumisión y honra es debida a aquel que es llamado rey, la institución llamada “rey”.
Lo mismo sucede para las instituciones llamadas “padre”, “madre”, “teniente”, etc., sin
importar quien esté ejerciendo ese lugar. Dios no exige que admiremos a las autoridades, pero
que nos sujetemos a ellas, sean buenas o malas, y es aquí que reside nuestro problema. Porque
el factor que más alimenta la rebelión es pensar que “aquella” autoridad no es digna de nuestra
sumisión, y de esta forma argumentar, buscando explicaciones y motivos para justificar la
rebelión.
En la segunda epístola de Pedro, él dice que “Dios no dejó sin castigo a los ángeles que pecaron,
sino que, los arrojó al infierno en prisiones de oscuridad” (2.4). Y un poco más adelante dice que
“el Señor sabe rescatar de la prueba a los piadosos y guardar a los injustos para ser castigados
en el día del juicio. ¡Y especialmente a aquellos que andan tras las pervertidas pasiones de la
carne, y desprecian toda autoridad! Estos atrevidos y arrogantes no temen maldecir a las
potestades superiores” (2.9-11). Más adelante dice que ellos están reservados para las tinieblas.
Es interesante que Pedro destaca que esos que siguen la carne, más allá de andar según las
pasiones, menosprecian cualquier gobierno. Esta es una identificación clara con Satanás.
Porque los ángeles que primero se rebelaron contra Dios, más tarde, cuando Dios crea al
hombre, arrastran a Adán y Eva tras su rebelión, y toda la creación, a partir de aquí, quedó
sujeta a este pecado. No hay nadie que no haya nacido desde entonces, sin estar debajo de
este principio: nacemos rebeldes, independientes, fuera del Reino de Dios.
Me acuerdo que cuando comencé a evangelizar a mis hijas usaba esta figura: les decía “hija,
Adán salió del Reino por una puerta, y nosotros tenemos que entrar por esa misma puerta, que
aún está allí. Él se rebeló y salió, pero por esa misma puerta, por donde él salió, debemos entrar
nosotros. Si queremos aún continuar aquí fuera, la culpa ya no es más de Adán: es nuestra,
porque la puerta sigue ahí, solo que el camino ahora es el opuesto. Adán se rebeló y nosotros
vamos a someternos y colocar nuestra vida bajo el total gobierno de Dios”. Esto es lo que
llamamos el Evangelio del Reino de Dios: su autoridad incuestionable y absoluta en nuestras
vidas de la manera en que Él la quiso establecer.
De esta manera entendemos que si la rebelión es satánica, nos toca escudriñar nuestras vidas
e identificar dónde haya manifestaciones de rebelión en nosotros y eliminarlas de nuestra
vida. No puede haber espacio para rebeldía en la vida del discípulo. Y para esto, es importante
que entendamos cómo funciona este principio de la autoridad delegada.
La autoridad dentro de la Trinidad
La mejor manera de entender el principio de autoridad delegada es observando el fluir de
autoridad en la Trinidad divina. Estar en autoridad, veremos, no significa ser mejor o superior,
ni tampoco estar bajo autoridad significa ser inferior o peor. Cuando vemos la Trinidad, este
principio queda más claro. Tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Quién es el mejor?
¿Quién el más santo? ¿Alguno de ellos es menor o menos santo, menos digno? En esencia los
tres son iguales. Pero veamos cómo la Trinidad se reveló o manifestó al hombre. Primero,
vemos que el Padre envió al Hijo. Podemos ver esto en Juan 17.18 donde Jesús dice “como tú
me enviaste al mundo”. En Juan 4.34 Cristo dice que su comida era hacer la voluntad de Aquel
n1que lo envió. Jesús estaba bajo órdenes, había sido enviado. El decía: “yo no vine por mi
cuenta pero por cuenta de Aquel que me envió”. Es decir, Cristo vino bajo una clara dirección
del Padre. Para ser redundante y para dejar claro que Cristo vino a nosotros al ser
encomendado, y en obediencia al que lo envió, en Juan 16.28 dice: “Yo salí de la presencia del
Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre”. Y mientras estuvo en la
tierra caminando entre nosotros ¿Cómo fue su relación con el Padre? Juan 8.29 “Porque el que
me envió, conmigo está. El Padre no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le
agrada a él”. “Siempre”. Cuando la palabra dice que Él no cometió pecado, no es solo que no
cometió actos pecaminosos, que no hizo cosas “feas”. Él nunca desobedeció al Padre. En nada.
Él siempre hizo aquello que agradaba al Padre.
Yo creo que el Espíritu Santo nos exhorta a cambiar nuestro foco de auto-examinarnos. No es
solo preguntarnos qué pecados podemos estar cometiendo, sino preguntarnos: “¿estoy
agradando al Padre en todo?”. La sumisión es más que no practicar cosas que Dios prohíbe,
sino, más que esto, agradar a Cristo.
Entonces, el Padre envió al Hijo, el Hijo vino y vivió en obediencia. Pero cuando el Hijo asciende
al Padre, envía al Espíritu Santo. Juan 15.26 “Pero cuando venga el Consolador, el Espíritu de
verdad que yo os enviaré de parte del Padre, el cual procede del Padre, él dará testimonio de
mí”. Si el Espíritu Santo estaba siendo enviado por Jesús, significa que él se sujetó a Él, que
estaba bajo autoridad. En Hechos 2.16-17 Pedro le explica a la multitud que quería saber que
ocurría con estas palabras: “Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:
Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.” El
Espíritu Santo vino y desde ese momento, amados, fue y es obediente al Hijo. En Juan 16.12-
15, cuando Cristo les explica a sus discípulos la venida del Espíritu Santo les dice: “Todavía
tengo que deciros muchas cosas, pero ahora no las podéis sobrellevar. Y cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; pues no hablará por sí solo, sino que hablará
todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir. El me glorificará, porque recibirá de
lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esta razón dije que recibirá de lo
mío y os lo hará saber”. Es más o menos lo que Cristo dijo de su relación con el Padre: El Hijo
no hace nada de si mismo sino solamente aquello que ve al Padre hacer. Del Espíritu Santo dice:
“les anunciará las cosas que han de venir. El me glorificará porque recibirá lo que es mío y os lo
anunciará”.
El Padre manda al Hijo, el Hijo obedece al Padre, y estando aquí vive para agradar al Padre. El
Hijo luego envía al Espíritu Santo que lo obedece, y aquí vive para glorificar al Hijo. Amados, la
Trinidad es la fuente de toda verdad y nuestra referencia. Si entre ellos existe esta relación,
entonces este principio se extiende también a nosotros. Hay una tendencia a pensar que
someterse es ser inferior, pero Jesús en nada fue inferior al Padre. ¿Se acuerdan de Apocalipsis
5? Juan lloraba desesperadamente porque nadie había en la tierra digno de abrir el libro y
todos se postraban delante del trono de Dios, pero Jesús estaba en pie. El era tan digno, tan
santo, tan perfecto como el Padre. El Padre le dio un nombre que es sobre todo nombre.
LA AUTORIDAD DELEGADA POR DIOS EN LAS DISTINTAS ESFERAS DE LA VIDA
Entre iguales, amados, existe una relación de autoridad y sumisión. Esto ocurre en varios
sectores de la vida, e inclusive en la Iglesia. Esto hace parte de la vida divina. Y las autoridades
delegadas están presentes en todas las áreas de nuestras vidas. Un discípulo de Jesús,
dondequiera que esté, debe procurar identificar donde está la autoridad que Dios estableció
para someterse a ella. El discípulo anda en la dirección contraria al mundo que es
independiente. El mundo procura encontrar grietas por las cuales escapar de la autoridad;
pero el discípulo es opuesto: el busca hallar dónde está la autoridad para ubicarse debajo de
ella.
Alguien contaba los otros días algo interesante que también me ocurrió a mí. En nuestros
encuentros algunos hermanos están a cargo del estacionamiento, y algunos de nosotros
habíamos decidido llegar más temprano para conversar entre nosotros. Y llegué un poco
apurado, y cuando fui a estacionar un joven me dijo, “ahí, no por favor”. Yo enseguida pensé:
“¿qué problema puede haber para que estacione aquí?”. Pero el siguió diciendo, “por favor
estacione allá, y hágalo por favor en marcha atrás”. Este hermano me tiene como su pastor, y
Marcos, aún más, como su apóstol, y con él hizo igual. Lo hizo con todos los que estacionaban
en su área. Pero allí, en ese estacionamiento, él es la autoridad. Es él quien decide donde cada
uno estacionará y de qué forma lo hará.
Nuestra vida Civil como ciudadanos.
Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no
provenga de Dios; y las que hay, por Dios han sido constituidas. Así que, el que se opone
a la autoridad, se opone a lo constituido por Dios; y
los que se oponen recibirán condenación para sí
mismos. Porque los gobernantes no están para
infundir el terror al que hace lo bueno, sino al que
hace lo malo. ¿Quieres no temer a la autoridad? Haz
lo bueno y tendrás su alabanza” Rom 13.1-3
Aquel jefe aburrido, aquel político corrupto, perverso,
aquel padre insensible, aquel profesor que nos persigue, en
fin, toda autoridad, fue establecida por Dios, y no hay
autoridad que no proceda de Dios. Las autoridades que existen fueron por Él instituidas de
modo que aquel que se opone a la autoridad resiste el orden de Dios. ¿Te acuerdas cómo
Daniel se refería a Nabucodonosor, siendo el perverso que fue? Lo llamaba “rey”, “mi señor”.
Daniel, como profeta de Dios, tenía plena conciencia que Dios había levantado a
Nabucodonosor para traer juicio sobre muchas naciones, inclusive Israel. Reconocía que había
sobre este hombre una autoridad dada por Dios.
En Nuestro Trabajo
Siervos, obedeced a los que son vuestros amos en la tierra con temor y temblor, con
sinceridad de corazón, como a Cristo; 6 no sirviendo sólo cuando se os esté mirando,
como los que quieren quedar bien con los hombres, sino como siervos de Cristo,
haciendo la voluntad de Dios con ánimo. 7 Servid de buena voluntad, como al Señor, no
como a los hombres (Efe 6.5-7)
La voluntad de Dios es que los trabajadores sean cumplidores en todo, obedientes en todo, que
no falseen sus horarios, no “quemen” horas de trabajo, sino que se comporten como si el Señor
fuese su patrón. Aquel jefe es una representación de Dios en tu vida, es tu autoridad y debes
estar plenamente sujeto a él. En Tito 2.9-10, en 1 Tim 6.1-2 hay instrucciones parecidas.
En la familia
Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor, porque el esposo es
cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su
Un discípulo de Jesús,
dondequiera que esté, debe
procurar identificar donde
está la autoridad que Dios
estableció para someterse a
ella
cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén
a sus esposos en todo. (Efe 5.22-24)
Hace muchos años, oí a Marcos contar una historia. Un pastor debió visitar una familia donde
también había una hermana, vecina de esta familia, que estaba casada con un marido
incrédulo. Y en el medio del encuentro el hijo de esa hermana vino corriendo para decirle
“mamá, papá acaba de llegar y te llama”. Su marido había llegado a su casa del trabajo y no
estaba muy feliz de no hallar allí a su esposa. A los pocos minutos el hijo vuelve y con un tono
más firme le dice… “Mamá! Papá te busca”. “!Ya voy, hijo! ¡Ya te dije que ya voy!”. Al rato el
hijo vuelve diciendo, ¡”Mami, vení que papá se va a enojar”! La hermana mira al pastor
ofuscada y le dice: “¿Vio pastor lo que diablo hace, ¡no nos deja hacer la obra de Dios!”. El
pastor le respondió: “Hermana, si hay algo que el diablo quiere en este momento es
mantenerte aquí. Él no quiere que vayas a casa. Dios quiere que vuelvas y obedezcas a tu
marido”.
Hay una facilidad de escapar a los principios de Dios queriendo agradarlo haciendo lo que Él no
pidió y no quiere. ¿Quieres agradar a Dios? –haz lo que Él te pide. ¿Cuál fue la regla simple que
Él dio? “Aquel que teme mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama”. Si quieres
evidenciar tu amor a Jesús, obedécelo por medio de las autoridades e instituciones que Él
estableció en la tierra.
En Efesios 6.1-4 dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.
Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa) para que te vaya
bien y vivas largo tiempo sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,
sino criadlos en la disciplina y la instrucción del Señor”. Hermanos, aquí hay una orden clara de
Dios sobre cómo deben hacer los padres con los hijos. Habrá momentos en los que será difícil
que los padres cumplan con esto, a no ser que entiendan que ésta es una clara orden de Dios:
que debemos criar hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Las leyes no cooperarán con
esto. Cada vez el estado va a inmiscuirse más en la familia y tener más autoridad sobre los hijos
para minar la autoridad de los padres. Será difícil. Si no tenemos conciencia de cuál sea la
voluntad de Dios no haremos lo que Él desea.
Hoy ya la cosa está difícil. Las largas horas de trabajo nos obligan a volver a casa en horarios
avanzados y las noches se hacen cortas junto con el cansancio y las diversas responsabilidades
de cada uno en el hogar. Es tiempo de que la Iglesia se posicione y mueva como luz del mundo
que es.
En la Iglesia
“A unos puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar
maestros; después los que hacen milagros, después los dones de sanidades, los que ayudan, los
que administran, los que tienen diversidad de lenguas”. 1 Cor 12.28
¿Dios estableció primero a quienes? –Los apóstoles, ¿Y luego a quienes? –Profetas, ¿Y luego? –
Maestros. Esto indica una cadena, una línea de autoridad por donde fluye la autoridad para
gobernar la Iglesia. Nosotros vemos esto con alegría porque esto es garantía de Dios para
nosotros. El problema que surge es que por ahí aparece el “súper Espiritual”. ¿Lo conoces? ¿Se
han cruzado con alguno de ellos por ahí? Yo sí, con varios. ¿Quién es este “Súper Espiritual”?
Es alguien tan, pero tan, pero tan espiritual que él tiene relación directa con Dios. Pero esto
solo es posible en su cabeza. Él obedece solo a Dios. ¿Nunca oíste esta frase? “yo obedezco solo
a Jesús”. Yo ya la oí varias veces, y cada vez con el aire de “yo no estoy aquí para obedecer a los
hombres, sino solo a Dios”.
¿Sabes quién es el único ser que obedece solo a Jesús, que no tiene otra autoridad sobre él? –
Satanás. Aún la autoridad que la Iglesia tiene sobre Satanás es por Jesús. Cuando alguien dice
“yo obedezco solamente a Jesús”, se está identificando con el diablo. No hay espacio para
gente así en la casa de Dios. Esta espiritualidad no procede
de Dios. Cada vez que alguien dice: “señor, yo quiero hacer
tu voluntad, te quiero obedecer”, seguramente el Señor va
a apuntar a un hombre. Dirá: “obedece a éste, a aquel.
Obedece a tu marido, a tu jefe, a tus padres, a tus pastores,
etc.”Tendrás que obedecer a alguien que es tu semejante.
Pero puede ser que alguien diga: “claro, pero tú no sabes lo que es mi marido”. Ya conversé con
muchos jóvenes con este discurso. Me dicen: “pero mi papá es alcohólico”, “mi mamá lleva una
vida perdida”. Déjame decirte: Dios no te pide que admires a tu padre o a tu madre. Dios te
ordena que los obedezcas. Será difícil que sean peores que Nerón, o Nabucodonosor.
Nuestra obediencia, amados, no puede depender de las circunstancias. No puede depender del
ambiente. No está sujeta a oscilar de acuerdo con las circunstancias que nos rodean. Jesús fue
así. Nunca eligió cuándo obedecer. El obedeció siempre, todo el tiempo, inclusive en el
Getsemaní, tal como destacamos antes. En angustia de alma, hasta la muerte, pero obedeció.
Sudando gotas de sangre, pero obedeció.
Cuando se perdió en Jerusalén y se separó de José y María y se quedó con los doctores de la
ley, los padres terrenales lo reconvinieron, y Jesús les expresó por qué estaba allí. Los hijos
pueden hacer esto, pueden explicar, pero precisan obedecer, como Jesús hizo. Y Cristo les dijo
“¿No sabían que debo ocuparme de los negocios de mi Padre?”, pero más adelante dice que en
todo les era obediente. Los hijos pueden argumentar, los empleados pueden argumentar, pero
deben obedecer.
En casa usamos una regla: “Primero obedece, después entiende”. La obediencia no puede
estar condicionada a entender por qué hay que obedecer. Siempre habrá motivos para
escapar las órdenes.
Debemos entender que es imposible obedecer a Dios sin obedecer a las autoridades por Él
delegadas. Siempre que obedecemos a las autoridades delegadas por Dios estamos sujetos a
Él, estamos agradando al Padre. Obedecer solo cuando estás de acuerdo, no es sumisión, es
Es imposible obedecer a Dios
sin obedecer a las autoridades
por Él delegadas
rebeldía: “si me agrada obedezco, si no, no obedezco”. La obediencia debe ser tal tanto cuando
estamos como cuando no estamos de acuerdo, cuando nos agrada, y cuando nos desagrada.
Esto es obediencia de corazón, que trasciende las dificultades que nos rodean.
De la misma forma en que la rebelión es un principio satánico, la sumisión es un principio
divino. Y no es mera obediencia externa. Sumisión es prestar obediencia con inteligencia a una
autoridad delegada. Es una obediencia consciente, una
decisión de acatar la autoridad por reconocer que Dios
opera por ella. Es demostrar un espíritu sumiso aún que no
haya nadie cerca. Es no hacer aquello que sabemos que es
contrario a la voluntad de la autoridad aúnque nadie esté
vigilándonos. La sumisión, la obediencia plena, exige una
renuncia a nuestra propia opinión. Si nuestra opinión se
opone a la orientación de aquellos que están sobre
nosotros, debemos renunciar a esa opinión y acatar esta
dirección.
Observemos las órdenes que Pablo le da a su equipo. No
los consulta para saber si están de acuerdo. Manda a uno
para aquí, al otro para allá, trae un tercer de otro lado, manda a hacer esto, aquello. Los
hermanos entendían que Dios estaba actuando en el ministerio de ellos por medio de aquel
apóstol.
¿Cómo puedo saber si realmente aprendí la sumisión? No puede ser de una forma subjetiva; al
contrario, debe ser simple: sabré si soy sumiso cuando me someto. Cuando me someto a las
autoridades, entonces sé que soy sumiso. Si acato a las autoridades, les obedezco, entonces
puedo saber que estoy siendo sumiso. Dios pone esto siempre de forma muy práctica: el patrón
será la actitud que hubo en Cristo, que teniendo forma de Dios, no consideró esto como algo a
lo que debía aferrarse, antes se humilló asimismo.
¿Cuántos de nosotros hemos tenido alguna vez un jefe infantil? Inclusive, hay jefes que con su
manera de ser o actitud parecen ridículos. ¡Pero son jefes! ¡Paciencia! Yo tuve una vez un jefe
así, pero me sujetaba, lo respetaba y hacía todo lo que me pedía. Por muchos años, a veces en
horas extremas, en cualquier clima, en cualquier rutina por más pesada que fuese, cumplía
rigurosamente. Me viesen o no. De corazón como al Señor.
Cuando pensamos en la Iglesia, hermanos, debemos entender que Dios nos hizo cuerpo, y
miembros los unos de los otros. Si alguien es independiente o rebelde, por consecuencia no es
miembro del cuerpo. ¿Se imaginan un miembro desobedeciendo al cuerpo? ¿Imaginan un pié
rehusándose a obedecer a la pierna? Es verdad, el pie no está “pegado” directamente a la
cabeza, sino unido a la pierna, pero quien manda es la cabeza. ¿Cuál es la única forma en que el
pie puede rehusarse a obedecer la orden que viene a través de la pierna? Solo si se desprende
del cuerpo.
Mientras no reconozcamos a
las autoridades reconocidas
por Dios, no alcanzaremos
nuestra meta de ser
transformados en hombres
perfectos en Cristo. Nos
quedaremos en el camino y
nos perderemos.
De la misma forma en que un miembro del cuerpo no puede resistirse a someter a las órdenes
del cuerpo, sino solamente si sale del cuerpo; de la misma forma en que un miembro no puede
subsistir en el cuerpo sin someterse a las órdenes que vienen desde la cabeza del cuerpo, de
igual modo, en la Iglesia nadie puede permanecer si no está sujeto. Una de las cosas que hace
el Evangelio del Reino es, no solo romper con nuestra independencia con Dios, sino también
romper nuestra independencia de los hombres. En el Reino de Dios aprendemos a ser sujetos
los unos a los otros.
Si alguien está lleno de Cristo está lleno de obediencia. Si alguien no es obediente a las
autoridades establecidas por Dios en la Iglesia, ciertamente no está lleno de Cristo. Hay frutos
que esta sujeción produce. Cuando el hombre sigue el principio de sujeción a las autoridades
delegadas por Dios, acaba disfrutando de muchos beneficios que son buscados por los hombres
que no conocen a Dios, pero solo disfrutados en aquellos que andan en la luz del Señor. En una
casa donde estos principios son acatados habrá paz, orden, armonía. En la Iglesia habrá
formación y edificación de vidas, habrá unidad, protección espiritual.
Muchos años atrás conversaba con un pastor de la ciudad,
en la congregación donde me reunía. Un día me dijo, Vanjo,
estoy trabajando mucho pero no estoy produciendo nada.
¿Cuál era el motivo? No tenía los recursos de Dios para
hacer que el pueblo que pastoreaba, o pensaba que
pastoreaba, siguiese aquellos principios, aquellos
mandamientos, obedeciese las órdenes recibidas. Porque
aquel “rebaño”, y coloco las comillas con propósito, no
entendía el significado de estar sujetos a la autoridad. Las
cosas se deliberaban en asambleas. Había una democracia.
Esto me trajo grande pesar cuando se suscitó un caso que conocí personalmente. Había alguien
a quien le había predicado la palabra, que se consideraba convertido, pues en el pasado había
pertenecido a otra congregación. Yo comencé en esos tiempos a oír respecto al Evangelio del
Reino, y al compartirlo con este muchacho, me dijo, “creo que nunca me convertí, siento que
me debo convertir, que me tengo que bautizar”. Le dije, “bueno, conversemos con el pastor”. Y
el asunto se “elevó” a la asamblea. Dijeron “cuántos están de acuerdo con que el hermano se
bautice” pero la asamblea resolvió que no podía bautizarse, que no estaban de acuerdo, pues
en teoría ya era bautizado. El pastor se dirigió a todos al concluir la asamblea diciendo
“hermanos, lavo mis manos, la responsabilidad es de ustedes”. ¿Imaginamos a Pablo haciendo
esto? ¿Qué le faltaba a esa congregación? –un entendimiento simple: que Dios gobierna por
medio de las autoridades delegadas. No somos una asamblea, no somos un sindicato.
¿Y cuáles son las autoridades delegadas en la Iglesia? Primero Cristo Jesús, cabeza de la
Iglesia. Efesios 1.20-22 “Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo
sentar a su diestra en los lugares celestiales, 21 por encima de todo principado, autoridad, poder,
señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera. 22
Si alguien está lleno de Cristo
está lleno de obediencia. Si
alguien no es obediente a las
autoridades establecidas por
Dios en la Iglesia, ciertamente
no está lleno de Cristo
Aun todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas
para la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”.
AQUÍ FALTAN ALGUNOS MINUTOS DE GRABACION QUE ESTAN SIENDO RECUPERADOS Y SERAN
TRANSCRIPTOS EN BREVE
Hermanos, fue Dios quien salió en defensa de su autoridad delegada sobre David. Hermanos,
entonces, no tengan apuro en sacar su “credencial” de autoridad, déjela guardada en el bolsillo.
Dios defiende la autoridad que es de Él, colocada en ti.
La autoridad no debe amenazar, dominar o causar miedo. Al contrario, la autoridad debe
causar un sentir de seguridad. Cuando dice “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” está
representando a la Iglesia, en todas las dimensiones. Aquel que se acerca a la autoridad debe
acercarse con confianza, con seguridad, porque la autoridad comunica protección. El padre
debe proteger su casa y no instalar un sistema de terror y de miedo en sus hijos. Y Pablo les
dice esto a los Corintios (2 Cor 1.24) “Porque no nos estamos enseñoreando de vuestra fe. Más
bien, somos colaboradores para vuestro gozo, porque por la fe estáis firmes”.
Pablo entendía que su lugar no era el de dominar sobre los hermanos. En 1 Pedro 5.2-3, Pedro
les escribe a los pastores diciendo que no deben dominar sobre el rebaño: “Apacentad el
rebaño de Dios que está a vuestro cargo, cuidándolo no por la fuerza, sino de buena voluntad
según Dios; no por ganancias deshonestas, sino de corazón; 3 no como teniendo señorío sobre
los que están a vuestro cargo, sino como ejemplos para el rebaño”.
Nuestra atención debe estar en ser modelo, ser ejemplo y no en defender nuestra autoridad.
La actitud de quienes están en una posición de autoridad, debe ser aquella que Pablo expresa
en 1 Tesalonicenses 2.7. Pablo aquí les dice que, como enviado de Dios, podía tener algunos
privilegios, pero al contrario, él se comportó como una “sierva”, una esclava que acariciaba a
sus propios hijos. Es decir, Pablo se sentía obligado al servicio a los hermanos como esclavo, y
tenía por ellos una ternura de madre.
Nosotros que cuidamos vidas, tenemos que ver a esas vidas, sintiéndonos obligados a ellos
como siervos, y tener para con ellos una actitud tierna como de una madre. Ellos nos fueron
confiados por Dios, son de Él, no son nuestros. Ellos no están con nosotros para que
expresemos nuestra autoridad, sino para ser guardados.
Debemos ser ejemplo en todo. En cuanto a esto, tenemos gran cantidad de pasajes. 1 Cor
10.31-33, 11.1; 1 Cor 4.15-16; Fil 3.17; Fil 4.9; etc. En todos estos textos Pablo dice: “sean
imitadores de mi”; “Fíjense en aquellos que andan según el modelo que vieron en nosotros”. Es
necesario que aquellos que ejercen autoridad sean ejemplos inspiradores, que representen un
estándar alto que desafíe al rebaño a crecer, a madurar.
Hermanos, no existen intocables en la casa de Dios. No hay nadie en la casa de Dios que no
pueda ser tocado para ser corregido, para ser reprendido, para ser confrontado. Los apóstoles,
los profetas, los pastores, los líderes, los discipuladores, todos están sujetos a Cristo, a la
palabra de Cristo, unos a los otros, y al resto del cuerpo de Cristo, y pueden y deben ser
confrontados y corregidos. Yo quiero animarlos, a que nunca les comuniquen a los discípulos
que les son confiados la idea de que ellos no los pueden confrontar a ustedes. Si ustedes tienen
la actitud correcta hacia ellos, ellos tendrán la actitud correcta hacia ustedes. La actitud
correcta implica que exista confrontación en amor y en sujeción, pero la verdad debe
prevalecer siempre.
Si a lo largo de nuestra historia alguno de nosotros quedó “intocado” queremos hoy decir que
no es esto lo que hemos deseado. Si hubo esto entre nosotros nos avergüenza. En la casa de
Dios no hay intocables. Dios nos libre de que un día seamos como el mundo, donde el
“intocable” termina al lado de los débiles que no lo confrontan. No es así en la casa de Dios.
Aquellos que ejercen autoridad, finalmente, son responsables delante de Dios. Primero por la
Iglesia: En 2 Cor 11.1-3 Pablo dice que se esforzaba por la Iglesia porque quería presentarla
como una novia pura delante del Señor: “¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! ¡De veras,
toleradme! 2 Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado con un solo marido, para
presentaros como una virgen pura a Cristo. 3 Pero me temo que, así como la serpiente con su
astucia engañó a Eva, de alguna manera vuestros pensamientos se hayan extraviado de la
sencillez y la pureza que debéis a Cristo”. Hermanos, vamos a dar cuenta ante Dios. Hebreos
13.17 dice que deberemos dar cuenta; en 1 Tes 3.5 también dice: “Por esta razón, como yo
tampoco pude soportarlo más, le envié para informarme de vuestra fe, no sea que os haya
tentado el tentador y que nuestro gran esfuerzo haya sido en vano”. Pablo estaba siempre
consciente de que daría cuentas delante de Dios por el estado de la Iglesia. En 2 Cor 11.28, da
una lista de sus tribulaciones y angustias, dolores y dice: “Y encima de todo, lo que se agolpa
sobre mí cada día: la preocupación por todas las iglesias”.
Este principio también se da en el ámbito familiar. Los padres y maridos darán cuenta a Dios.
Esto está bien ilustrado en 1 Tim 2.14 en donde Pablo deja claro que fue Eva quien pecó
primero. Pero en Rom 5.12 dice: “Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por
medio de un solo hombre…”. En otras palabras, Eva pecó primero, más el responsable fue el
hombre. En el Edén, cuando el hombre pecó, Dios comenzó desde el menos responsable hasta
llegar al más responsable. Primero reprendió a la serpiente, trayendo juicio sobre Satanás,
diciendo que levantaría Uno que aplastaría su cabeza. Luego trajo juicio sobre la propia mujer.
Pero cuando le toca hablar con Adán le dice: “maldita es la tierra por tu causa”.
Amados maridos y padres que hay entre nosotros: si nuestra casa está desordenada, es a
nosotros a quienes Dios dirá: “tu casa está desordenada por tu causa. No por causa de tu mujer,
no por causa de tus hijos, sino por tu causa”. Todos son culpables en alguna medida más el
responsable es aquel que Dios estableció como autoridad. En Gen 18.11-13 vemos que Sara se
ríe de la promesa que Dios hace a Abraham, y por esto Dios pregunta a Abraham: “¿por qué se
rió Sara, tu mujer?”. Abraham podría decir: “Señor, ¿Por qué me dices a mi si la incrédula es
ella?”. El marido fue reprendido por la mujer incrédula. Era como si Dios dijese al marido:
“¿Qué fe es esta que hay manifiesta en tu casa que tu esposa no cree en mi promesa?”.
Hermanos, inclusive los jefes de las naciones darán cuenta de la forma con que las gobiernan.
En Dan 5.22-28 el Señor dice al hijo de Nabucodonosor: “fuiste pesado y hallado en falta. Tu
reino será sacado de tus manos”. Hemos hablado mucho acerca de los empleados pero también
los patrones darán cuenta a Dios de la forma en que ejercen su autoridad. En Efe 6.9 Pablo
recuerda que los patrones no deben olvidar que tienen también Señor en los cielos. En
Santiago, inclusive, hay una amenaza contra los patrones que no pagan los salarios
debidamente a sus empleados. En Col 4.11 encontramos la misma advertencia.
Amados, terminamos diciendo “todo hombre esté sujeto a las autoridades superiores porque no
hay autoridad que no proceda de Dios, y las autoridades que existen fueron por Él instituidas”.
MARCOS MORAES: ¿La autoridad debe ser obedecida siempre en forma absoluta?
Los textos que hablan sobre obediencia son muy
absolutos. El pasaje en Efesios 5 sobre el rol de la mujer
contiene dos palabras muy fuerte: “en todo”, es decir,
“Mujeres, en todo estén sujetas a sus maridos”.
Precisamos preguntarnos: “¿Hay alguna situación en que
la autoridad no deba ser obedecida?, ¿Existe alguna
situación así?, o , ¿La autoridad debe ser obedecida
siempre en forma absoluta?”
Cuando comenzamos a hablar de este tema, nos ayudó entender que hay una cierta diferencia
de connotación entre estas las palabras “obediencia” y “sumisión”. Entendimos que obedecer
es una cosa; ser sumiso es otra. Obedecer se refiere al acto externo de hacer efectivamente lo
que la autoridad manda hacer; en cambio la sumisión es la actitud con la cual obedezco. Por
esto el Señor habla de sumisión, porque no alcanza con ser obedientes.
Sin embargo es necesario que entendamos que . Por ejemplo el Señor dijo: “Id y haced
discípulos”. ¿Quién dio la orden? –el Rey. Pero las autoridades prendieron a Pedro y Juan y los
llevaron delante del Sanedrín y “… los llamaron y les ordenaron terminantemente que no
hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús” (Hechos 4.18). Aquí hay un ejemplo de una orden
contraria a una orden clara que Jesús había dado.
La respuesta de Pedro nos va a enseñar la diferencia entre obediencia y sumisión. Veremos
como ellos no obedecieron, pero fueron sumisos: “Juzgad vosotros si es justo delante de Dios
obedecer a vosotros antes que a Dios”. Los discípulos salieron y no obedecieron la orden, no se
sujetaron a esa orden pero la actitud no fue: “¡Quienes se creen que son!, ¡no vamos a hacer lo
que ustedes dicen!” Al contrario, la actitud fue de mansedumbre, de sumisión, aunque en este
caso no hubo obediencia. Y hay situaciones que tendremos que enfrentar y que ya enfrentamos
como Iglesia donde debemos enseñar a hermanos en las que se puede desobedecer.
Obediencia es el acto externo
de hacer efectivamente lo que
la autoridad manda hacer; en
cambio la sumisión es la
actitud con la cual obedezco
Otro ejemplo práctico es el que Vanjo contó respecto a una hermana con marido inconverso,
que estaba reunida en casa de una vecina donde visitaba un pastor (que era yo). Yo fui inclusive
más cortante y fuerte de lo que Vanjo me retrató: le dije “el diablo es quien te quiere aquí, el
Señor te quiere obedeciendo a tu marido”. No hay escrito en
ningún lugar que aquella hermana tenía que estar en aquella
reunión aquella noche.
Hay situaciones en las que un marido incrédulo no quiere que
su esposa un día particular vaya a un encuentro, pues quiere
salir con ella, por ser una ocasión especial. Puede que diga:
“no tengo problema con que vayas a cualquier encuentro con
la Iglesia, solo que hoy prefiero que vengas conmigo”. ¿Qué
debemos aconsejar a esta hermana? – que obedezca a su
marido, porque no está escrito en ningún lugar que ella deba ir a la reunión esa mañana.
Hemos tenido otras situaciones en las que fuimos a pedirle consejo a Ivan en las que nos dio
orientación muy clara. Cuando el marido comienza a tener una acción de absoluto impedir,
donde la mujer no puede ir a ningún encuentro. Iván nos decía en estos casos: “este hombre no
está solo impidiendo que su mujer no vaya a un encuentro, está impidiendo que siga a Jesús”.
Hemos tenido casos en los que el marido impedía que su mujer fuese a los encuentros pero
admitía que la discipuladora viniese a su casa. Pero ¿qué del caso en el que el marido quiere
cortar completamente la comunión de la mujer con la Iglesia?; el caso en el que no le permite
tener comunión con nadie, no puede ir a ninguna reunión. En estos casos entendemos de que si
el hombre no meramente le impide ir a un encuentro en particular, sino que está impidiendo
que siga al Señor, no podemos apoderarnos de la conciencia de la mujer. No podemos decirle
“dile a tu marido “así”, y “así””. Pero ella debe aprender que ella tiene libertad para
desobedecer conforme a su fe porque el marido le está impidiendo seguir al Señor.
MARIO FAGUNDES: Cómo exponer nuestra fe cuando debemos sumisamente desobedecer.
Volviendo al caso en que Pedro y Juan habían sido prendidos y llevados ante el Sanedrín, es
interesante incluir el versículo 20 (Marcos leyó hasta el 19). No es que marcos no lo haya ya
explicado, pero pienso que el v.20 aclara aún más la cosa porque Pedro y Juan les dicen lo que
harían: “Porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” .
Quedó claro que la autoridad del Sanedrín les dio una orden contraria a lo que ellos habían
recibido de parte del Señor. Lo mismo ocurrió con la hermana que durante 3 años no fue a
ningún encuentro sino que la discipuladora, que vivía en el departamento de al lado de su casa,
iba a su casa. Pudo obedecer rigurosamente a su marido. 3 años después, un día hermoso, con
una actitud sumisa ella le dijo a su marido: “a partir de ahora voy a ir a todas las reuniones. Si
quieres seguir siendo mi marido, deberás aceptar esto, si no, debemos dejar de ser esposos hoy.
Pero si esto está bien contigo, puedes venir conmigo a los encuentros todas las veces que
Hay una única situación en
que la autoridad no debe ser
obedecida: cuando ella da una
orden clara y diametralmente
opuesta a una orden que el
Señor ha dado
quieras”. Ya había un testimonio, ya había un terreno conquistado con la obra que Dios había
hecho en su vida.
Quisiera agregar algo a lo que ya dijo Vanjo y a lo que acotó Marcos. Como ya oímos, aquel que
está lleno de Cristo está lleno de obediencia. Pero quisiera continuar esto diciendo que éste
que está lleno de obediencia, ora todo el tiempo para que jamás precise negar su obediencia.
Si es un joven, ora todo el tiempo para que su papá y mamá jamás le pidan algo contrario a la
voluntad del Señor. Hermanos, el discípulo ora para que ninguna autoridad a la que está sujeto,
le pida algo que él deba negar.

jueves, 2 de febrero de 2012

LA MUERTE DE UNA IGLESIA

LA MUERTE DE UNA IGLESIA

Por Hernandes Diaz Lopes

Las siete iglesias de Asia Menor, conocidas como las iglesias del Apocalipsis, están
muertas hoy. Solo quedan ruinas de un pasado glorioso que se fue. Las glorias de
aquel tiempo distante están cubiertas de polvo y sepultadas debajo de pesadas
piedras. Hoy, en esa misma región, hay menos del 1% de cristianos. Ante esto, una
pregunta late en nuestras mentes: ¿Qué hace que una iglesia muera? ¿Cuáles son los
síntomas que amenazan a las iglesias aún hoy?
1- La muerte de una Iglesia ocurre cuando se aparta de la verdad. Algunas
iglesias de Asia Menor fueron amenazadas por los falsos maestros y sus
herejías. Fue el caso de las iglesias de Pérgamo y Tiatira, que cobijaron la
perniciosa doctrina de Balaam y se corrompieron, tanto en la teología como
en la ética. Una iglesia no tiene antídoto para resistir la apostasía y la muerte
cuando la verdad es abandonada. Hemos visto esas señales de muerte en
muchas iglesias en Europa, América del Norte, y también en Brasil. Algunas
denominaciones históricas se rindieron, tanto al liberalismo como al
misticismo, y abandonaron la sana doctrina. El resultado inevitable fue el
vaciamiento de esas iglesias por un lado, o su crecimiento numérico por otro,
pero un crecimiento sin compromiso con la verdad y la santidad.
2- La muerte de una iglesia ocurre cuando se mezcla con el mundo. La iglesia de
Pérgamo estaba dividida entre su fidelidad a Cristo y su apego al mundo. La
iglesia de Tiatira toleraba la inmoralidad sexual entre sus miembros. En la
iglesia de Sardis no había herejía ni persecución, pero la mayoría de los
creyentes tenía sus vestiduras contaminadas por el pecado. Una iglesia que
flirtea con el mundo para amarlo y conformarse a él, no permanece. Su
candelero será apagado y removido.
3- La muerte de una iglesia ocurre cuando no discierne su decadencia
espiritual. La iglesia de Sardis se miraba en el espejo y se daba la calificación
máxima a sí misma, diciendo ser una iglesia viva, mientras que a los ojos de
Cristo ya estaba muerta. La iglesia de Laodicea se consideraba rica y
autosuficiente, cuando en verdad era pobre y miserable. El peor enfermo es
aquel que no tiene conciencia de su enfermedad. Una iglesia nunca está tan al
borde de la muerte como cuando se vanagloria delante de Dios por sus
pretendidas virtudes.
4- La muerte de una iglesia ocurre cuando no asocia la doctrina con la vida. La
iglesia de Éfeso fue elogiada por Jesús por su celo doctrinal, pero fue
reprendida por haber abandonado su primer amor. Tenía doctrina, pero no
vida; ortodoxia, pero no ortopraxia; teología buena, pero no vida piadosa.
Jesús ordena a esta iglesia recordar de dónde ha caído, arrepentirse y volver a
practicar las primeras obras. Si la doctrina es la base de la vida, la vida debe
ser la expresión de la doctrina. Las dos cosas no pueden vivir separadas. Una
iglesia viva tiene doctrina y vida, ortodoxia y piedad.
5- La muerte de una iglesia ocurre cuando falta perseverancia en el camino de
santidad. Las iglesias de Esmirna y Filadelfia fueron elogiadas por el Señor, y
no recibieron ninguna reprensión. Pero en un momento dado, en su historia,
esas iglesias también se apartaron de la verdad y perdieron su relevancia. No
basta comenzar bien: es preciso terminar bien. Fallamos muchas veces en
pasar la posta de la verdad a la próxima generación. Un reciente estudio revela
que la tercera generación de una iglesia ya no tiene el mismo fervor de la
primera generación. Es necesario no solo comenzar la carrera, ¡sino terminar
la carrera y guardar la fe!
Es tiempo de que pensemos: ¿cómo será nuestra iglesia en las próximas
generaciones? ¿Qué tipo de iglesia les dejaremos a nuestros hijos y nietos? ¿Una
iglesia viva o una muerta?

CAMPAMENTO DE JOVENES 2012 PARQUE LOS PARAISOS (CRESPO ENTRE RIOS)