jueves, 2 de febrero de 2012

LA MUERTE DE UNA IGLESIA

LA MUERTE DE UNA IGLESIA

Por Hernandes Diaz Lopes

Las siete iglesias de Asia Menor, conocidas como las iglesias del Apocalipsis, están
muertas hoy. Solo quedan ruinas de un pasado glorioso que se fue. Las glorias de
aquel tiempo distante están cubiertas de polvo y sepultadas debajo de pesadas
piedras. Hoy, en esa misma región, hay menos del 1% de cristianos. Ante esto, una
pregunta late en nuestras mentes: ¿Qué hace que una iglesia muera? ¿Cuáles son los
síntomas que amenazan a las iglesias aún hoy?
1- La muerte de una Iglesia ocurre cuando se aparta de la verdad. Algunas
iglesias de Asia Menor fueron amenazadas por los falsos maestros y sus
herejías. Fue el caso de las iglesias de Pérgamo y Tiatira, que cobijaron la
perniciosa doctrina de Balaam y se corrompieron, tanto en la teología como
en la ética. Una iglesia no tiene antídoto para resistir la apostasía y la muerte
cuando la verdad es abandonada. Hemos visto esas señales de muerte en
muchas iglesias en Europa, América del Norte, y también en Brasil. Algunas
denominaciones históricas se rindieron, tanto al liberalismo como al
misticismo, y abandonaron la sana doctrina. El resultado inevitable fue el
vaciamiento de esas iglesias por un lado, o su crecimiento numérico por otro,
pero un crecimiento sin compromiso con la verdad y la santidad.
2- La muerte de una iglesia ocurre cuando se mezcla con el mundo. La iglesia de
Pérgamo estaba dividida entre su fidelidad a Cristo y su apego al mundo. La
iglesia de Tiatira toleraba la inmoralidad sexual entre sus miembros. En la
iglesia de Sardis no había herejía ni persecución, pero la mayoría de los
creyentes tenía sus vestiduras contaminadas por el pecado. Una iglesia que
flirtea con el mundo para amarlo y conformarse a él, no permanece. Su
candelero será apagado y removido.
3- La muerte de una iglesia ocurre cuando no discierne su decadencia
espiritual. La iglesia de Sardis se miraba en el espejo y se daba la calificación
máxima a sí misma, diciendo ser una iglesia viva, mientras que a los ojos de
Cristo ya estaba muerta. La iglesia de Laodicea se consideraba rica y
autosuficiente, cuando en verdad era pobre y miserable. El peor enfermo es
aquel que no tiene conciencia de su enfermedad. Una iglesia nunca está tan al
borde de la muerte como cuando se vanagloria delante de Dios por sus
pretendidas virtudes.
4- La muerte de una iglesia ocurre cuando no asocia la doctrina con la vida. La
iglesia de Éfeso fue elogiada por Jesús por su celo doctrinal, pero fue
reprendida por haber abandonado su primer amor. Tenía doctrina, pero no
vida; ortodoxia, pero no ortopraxia; teología buena, pero no vida piadosa.
Jesús ordena a esta iglesia recordar de dónde ha caído, arrepentirse y volver a
practicar las primeras obras. Si la doctrina es la base de la vida, la vida debe
ser la expresión de la doctrina. Las dos cosas no pueden vivir separadas. Una
iglesia viva tiene doctrina y vida, ortodoxia y piedad.
5- La muerte de una iglesia ocurre cuando falta perseverancia en el camino de
santidad. Las iglesias de Esmirna y Filadelfia fueron elogiadas por el Señor, y
no recibieron ninguna reprensión. Pero en un momento dado, en su historia,
esas iglesias también se apartaron de la verdad y perdieron su relevancia. No
basta comenzar bien: es preciso terminar bien. Fallamos muchas veces en
pasar la posta de la verdad a la próxima generación. Un reciente estudio revela
que la tercera generación de una iglesia ya no tiene el mismo fervor de la
primera generación. Es necesario no solo comenzar la carrera, ¡sino terminar
la carrera y guardar la fe!
Es tiempo de que pensemos: ¿cómo será nuestra iglesia en las próximas
generaciones? ¿Qué tipo de iglesia les dejaremos a nuestros hijos y nietos? ¿Una
iglesia viva o una muerta?

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